Según los historiadores, el café llegó a El Salvador desde el Caribe en 1740, expandiéndose y cubriendo cada vez más extensiones de terreno salvadoreño, hasta sus zonas más elevadas. Hoy en día cuenta con seis zonas productivas de café. En ellas están presentes las variedades Arábica Bourbon, Pacas y el varietal propio llamado Pacamara.
La excelencia del café lograda en este país, dicen los expertos conocedores, que se debe a sus prácticas agrícolas tradicionales, artesanales y sostenibles. Las que se combinan perfectamente con el clima cálido del pacífico lo que permite que el cultivo se haga a la sombra y luego, ya como pulpa, se seque al sol en patios de barro obteniéndose un resultado único e insuperable.
Este tipo de cultivo, implementado por pequeños y medianos productores, significa un 75% del área forestal. Representa al mismo tiempo, una zona de conservación de especias animales y vegetales, actuando igual como barrera en contra de la desforestación.
El Salvador también se lleva el mérito por haber creado la variedad autóctona Pacamara
Es una variedad ideal para el café de la boutique gracias a sus cualidades florales. Pero a la vez que continúa conservando un carácter salvaje y deslumbrante.
Entre las seis regiones cafetaleras podemos nombrar a modo de ejemplo, la región Apaneca llamatepec (al oeste de El Salvador). Allí se producen las variedades Bourbon: Pacas, Pacamara, Cuscatleco, Catuaí, Catimore y Catisic. Todos cafés muy bien equilibrados, limpios y muy dulces, con acidez cítrica, personalidad sedosa y cremosa, saborizados con caramelo, miel, melocotón y frutos tropicales.
Al noreste salvadoreño, la región Cacahuatique, las variedades son: dulces, con acidez media, notas de bayas y flores, o endulzadas con caña de azúcar, aromatizadas con azahares, jazmín y frutos rojos, de una terminación única y exquisita.
Estos fueron solo ejemplos, por nombrar un par, de las regiones y sus variedades de grano de café. Las que son el resultado de un trabajo respetado y llevado a cabo por generaciones desde el 1800, impregnándose de gran significado cultural, socioeconómico y hasta ecológico para el pueblo salvadoreño. Y un regalo de los dioses para los amantes del café y el resto del mundo.